PUBLICIDAD

Me Gusta   0 0 Comentar  0 0
  DESCARGAR

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

Fecha Publicación: 21/12/2009
Autor/autores: Constanza Mendoza Bermúdez

RESUMEN

Introducción: La interacción entre el campo de salud mental y las ciencias sociales puede ser muy enriquecedora si se quiere lograr un abordaje más integral de los conceptos de salud y de enfermedad mental. Objetivos: Revisar y discutir aspectos generales de la sociología y su vinculación con la salud mental y la psiquiatría. Método: Revisión de fuentes y corrientes teóricas relevantes. Conclusiones: En el ámbito histórico se han percibido momentos de encuentro y distanciamiento de ambas ciencias. En la actualidad debe generarse una actitud de interdisciplinariedad derivada del reconocimiento de una multicausalidad de los trastornos psiquiátricos, de la necesidad de investigación epidemiológica en poblaciones y del reto generado por modelos psicoterapéuticos integradores de la comunidad.Palabras clave: sociología, psiquiatría, trastornos mentales, prejuicio.


Área temática: .

Epistemología

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

filosofía de la mente y bioética
Sociología y salud mental:
una reseña de su asociación
Constanza Mendoza Bermúdez1

Resumen
Introducción: La interacción entre el campo de salud mental y las ciencias sociales puede ser
muy enriquecedora si se quiere lograr un abordaje más integral de los conceptos de salud
y de enfermedad mental. Objetivos: Revisar y discutir aspectos generales de la sociología y
su vinculación con la salud mental y la psiquiatría. Método: Revisión de fuentes y corrientes teóricas relevantes. Conclusiones: En el ámbito histórico se han percibido momentos
de encuentro y distanciamiento de ambas ciencias. En la actualidad debe generarse una
actitud de interdisciplinariedad derivada del reconocimiento de una multicausalidad de los
trastornos psiquiátricos, de la necesidad de investigación epidemiológica en poblaciones y
del reto generado por modelos psicoterapéuticos integradores de la comunidad.
Palabras clave: sociología, psiquiatría, trastornos mentales, prejuicio.
Title: Sociology and Mental Health: A Review of their Association
Abstract
Introduction: The relationship between the fields of mental health and social sciences may be
very valuable, especially when wanting to achieve a more integral approach to the concepts
of health and mental disease. Objectives: To review and discuss general aspects of sociology
and their linkage to mental health and psychiatry. Method: Reviewing of sources and relevant
theoretical currents. Conclusions: Historically, moments of approachment and distance between both sciences have been perceived. Currently an attitude of interdisciplinarity should
be generated, based on the acknowledgement of the multi-causality of psychiatric disorders,
the need of epidemiological research in populations and the challenge of psychotherapeutic
models integrating the community
Key words: Sociology, psychiatry, mental disorder, prejudice.

Introducción
Existe una importante relación
entre algunas ciencias socioculturales como la antropología, la sociología, subramas de la última --como
la sociobiología y la sociofisiología--
y la salud mental, especialmente en

el área de investigación (1) y en la
conceptualización de la enfermedad
mental. Talcott Parsons, el máximo
representante del estructuralismofuncionalismo, propuso esta interacción con el concepto de marco
de referencia de la acción social, que
estaría determinado por estos tres

Médica psiquiatra, Estudiante del Doctorado en Salud Mental, Universidad de Concepción, Chillán, Chile.

1

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

555

Mendoza C.

contextos: el psicológico, que estudia la personalidad a través de la
psicología y la psiquiatría; el social,
determinado por los nexos entre los
actores y sus grupos, evaluado por
la sociología, y el cultural, dado por
las normas y valores, y campo de
trabajo de la antropología (2).
El vínculo con la sociología se
inició a partir de 1920, gracias a la
influencia teórica de Harry Stack
Sullivan y Adolf Meyer, y se hizo
más fuerte luego de la Segunda
Guerra Mundial; luego fue estimulado por el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos y por
la teoría psicoanalítica. Se observó
hasta 1980 un cambio en la carga
académica de las universidades con
este enfoque y en la estructuración
de un modelo biopsicosocial que
después se modificó hacia uno biofarmacológico (3).
En la actualidad se observa
un refuerzo latente de su unión, a
través de la investigación epidemiológica en psiquiatría, con el consecuente aporte a la salud pública, y
más directo con el desarrollo de la
sociología médica y la psiquiatría
social en Gran Bretaña, que ha impulsado la evolución a otros esquemas de tratamiento como la salud
mental comunitaria (3).
La sociología es la ciencia que
estudia los principios organizadores
de la vida en sociedad, el impacto
de las fuerzas sociales e históricas
sobre esas pautas y la forma en que
estas afectan la conducta individual
y general (1). La investigación en
este campo intenta enfatizar en

556

esos elementos para comprender
los motivos de la conducta humana
(4). Su objeto de estudio es bastante
amplio, como también ocurre con la
psiquiatría, e incluye desde la interacción en la cotidianidad hasta los
procesos sociales globales; de ahí
que su corpus teórico sea altamente
heterogéneo y motivo de tensiones
internas (1,4).
Utilidad y desarrollo histórico
de la sociología
El pensar sociológico requiere,
en principio, poner distancia del
objeto de estudio en un intento por
liberarse de los propios prejuicios,
lo que Wright Mills denominó imaginación sociológica, que se caracteriza por "pensar distanciándose"
de las rutinas familiares propias,
para poder verlas como si fueran
algo nuevo. La sociología cumple
con varios objetivos en la práctica:
la adquisición de conciencia de las
diferencias culturales, la evaluación
de los efectos de las políticas, el
autoconocimiento y el desarrollo del
pensamiento sociológico (4).
Su desarrollo histórico fue impulsado por los grandes cambios sociales dados a finales del siglo XVIII
en Europa, especialmente por las
"revoluciones". La Revolución Francesa, en 1789, que señaló el triunfo
de ideas y valores como la libertad
y la igualdad sobre el orden social
tradicional, y la Revolución Industrial, que con el auge industrial (p.
ej., maquinarias propulsadas con
vapor) produjo un enorme desplaza-

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

miento de campesinos que dejaron
de trabajar la tierra para hacerlo en
fábricas y en labores industriales, lo
que generó una rápida expansión
de las zonas urbanas y de nuevas
relaciones sociales.
Estos cambios en la forma de
vida tradicional hicieron que varios
pensadores emprendieran el desafío
de desarrollar nuevas interpretaciones tanto del mundo social como del
natural. Entre ellos se destacan los
siguientes representantes (4):
Auguste Comte (1798-1857).
Francés. Fundador del positivismo,
fue quien acuñó el término sociología con la pretensión de crear una
ciencia capaz de explicar las leyes
del mundo social de la misma forma
que las ciencias naturales explicaban el mundo físico. La sociología,
según el enfoque positivista, puede
producir conocimientos sociales
basados en la observación, la comparación y la experiencia (datos
empíricos).
Émile Durkheim (1858-1917).
Francés. Ha tenido una influencia
más duradera en la sociología moderna que Comte. Concordó con
él en que se debía estudiar la vida
social con la misma objetividad usada por los científicos para acceder
a la naturaleza. Propuso que los
procesos de cambio del mundo contemporáneo pueden ser tan rápidos
e intensos que generan perturbaciones sobre las formas de vida, la
moral, las creencias religiosas y las
pautas cotidianas tradicionales, sin
proporcionar unos valores sustituyentes claros o consistentes.

A esta situación la denominó anomia, caracterizada por una sensación
de falta de sentido o de desesperación
provocada por la modernidad. En uno
de sus famosos estudios analizó el
suicidio (obra publicada con el mismo
nombre, en 1897), donde señaló por
primera vez que los factores sociales
tienen un impacto decisivo en la conducta suicida y que generan pautas
o tendencias; la anomia sería uno de
estos factores.
Este autor también revisó las
estadísticas del suicidio en ese
entonces en Francia y descubrió
que había personas más proclives
al suicidio --los hombres más que
las mujeres, los protestantes más
que los católicos, más los ricos que
los pobres y los solteros más que
los casados--. Así mismo, percibió
que era más frecuente en épocas
de cambio e inestabilidad, que durante la guerra. Estos hallazgos lo
llevaron a considerar el efecto de la
solidaridad social a través de dos
tipos de vínculos: la integración y
la regulación social.
Durkheim pensaba que era
menos probable que se suicidaran
las personas integradas en grupos
y cuyos deseos y aspiraciones estaban regulados por normas sociales.
Identificó cuatro tipos de suicidio,
según la presencia o ausencia relativa de integración y regulación:
1. Suicidio egoísta: lo definitorio
en este es la escasa integración
social, ocurre cuando el individuo está aislado o sus vínculos
se debilitan o se rompen (p. ej.,

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

557

Mendoza C.

soltería, religión protestante,
en esta se impone la libertad
personal y los sujetos "están
solos" ante Dios).
2. Suicidio anómico: que se produce por la falta de regulación social, como ya se ha mencionado,
en relación con épocas de crisis
o cambio social rápido, o en
situaciones personales en que
se pierde el punto de referencia,
como en el divorcio.
3. Suicidio altruista: en el caso
de un individuo "demasiado
integrado" que valora más a la
sociedad que a sí mismo, típico
de sociedades tradicionales, en
que el suicidio es un sacrificio
en búsqueda de un bien superior (p. ej., kamikazes japoneses, inmolados islámicos).
4. Suicidio fatalista: que lo consideró menos importante, y ocurre en situaciones de excesiva
regulación, en que el sujeto se
siente oprimido e impotente
ante su destino y la sociedad.
Finalmente insistía el autor
en que aun cuando las tasas de
suicidio varían de una sociedad a
otra, a lo largo del tiempo, existen
pautas regulares que prueban la
influencia de las fuerzas sociales en
este fenómeno. Desde la publicación
de la obra El suicidio se han hecho
varias críticas, especialmente por su
rechazo de los factores biológicos y
por su insistencia en clasificar todas
las clases de suicidio juntas.
Karl Marx (1818-1883). Alemán.
Se centró en el cambio social de la
época contemporánea, vinculado al

558

capitalismo y a sus nuevos modelos
de producción. Desarrolló la concepción materialista de la historia, según
la cual el motor de este cambio no
serían las ideas o valores, sino que estaría inducido por las repercusiones
económicas y por el conflicto social.
Max Weber (1864-1920). Alemán. Sus intereses académicos
trascendieron a la sociología. Estuvo influenciado por Marx, y gran
parte de su trabajó se relacionó
con el capitalismo, aunque también criticó algunas de sus ideas,
como la concepción materialista de
la historia, pues consideró que los
conflictos de clase eran menos relevantes en el cambio, y el impacto de
las ideas, creencias y valores seguía
siendo significativo.
En relación con las perspectivas
teóricas, en los últimos tiempos se
han fundamentado tres (4):
·

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

El funcionalismo, que estudia
a la sociedad como un sistema complejo, cuyas diversas
partes se organizan para darle
estabilidad y solidaridad si
existe orden y consenso moral.
Según este enfoque, la sociología debe evaluar las relaciones
existentes. Entre sus representantes iniciales estaban Comte
y Durkheim, y en Estados
Unidos los más sobresalientes
fueron Talcott Parsons y Robert
Merton. Este enfoque ha sido
cuestionado por su tendencia
a centrarse en la estabilidad
y a minimizar los factores que
dividen una sociedad.

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

Las teorías del conflicto, que
hacen hincapié en el poder, la
desigualdad y la lucha. Marx
originó esta corriente, y en
la actualidad se destaca Ralf
Dahrendorf (1929).
· Las teorías basadas en la acción social, que prestan mayor
atención a la interacción de los
miembros de una sociedad y al
comportamiento de los individuos que en explicar las fuerzas
externas a su actuar.
De las anteriores se derivó el interaccionismo simbólico, que recibió
una influencia indirecta de Weber y
tuvo especial importancia en Estados Unidos. Sus orígenes más claros
se atribuyen al filósofo, sociólogo y
psicólogo estadounidense George
Herbert Mead (1863-1931). Este
movimiento surgió de la preocupación por el significado, los elementos simbólicos y el lenguaje. Mead
propuso que la comunicación verbal
y no verbal está llena de elementos
simbólicos, de ahí que todas las
interacciones sociales conduzcan
a un intercambio de símbolos. Los
sociólogos y los antropólogos que
utilizan este enfoque dan mucha
importancia a la interacción cotidiana de los sujetos "cara a cara" y
al papel que esto desempeña en la
construcción de la sociedad (4).
En ese prisma, a Mead le interesa menos lo que ocurra en el
plano psicológico o experiencial, y
más bien se centra en el espacio que
se da entre quienes se comunican.
Este espacio estaría contenido por
significaciones. Luego el símbolo y
·

su significado serían autónomos de
la conciencia, y prevalecerían sin
que medien los procesos de pensamiento. Este espacio de comunicación se denomina acto social.
Sociobiología y sociofisiología
La sociobiología es el estudio
sistemático de la base biológica
de la conducta social. El término
comenzó a utilizarse después de la
Segunda Guerra Mundial, pero se
hizo popular luego de la publicación de libro de Edward O. Wilson,
Sociobiología: la nueva síntesis, en
1975, en el que hizo hincapié en los
factores evolutivos; pero, excepto
por su referencia del suicidio, no
hizo mención alguna de las enfermedades mentales.
La ecología conductual se relaciona con esta y consiste en la
observación y cuantificación de la
conducta animal en su ambiente,
no limitada a actos sociales (1). En
términos evolutivos se distinguen
dos conceptos básicos: el instinto
como cualquier respuesta innata
que busca la supervivencia y la
conducta inteligente, mediada por
el aprendizaje, como resultado del
desarrollo cortical cerebral, que
permitiría el uso de herramientas,
y el alcance del pensamiento formal
y la abstracción (2).
Por su parte, la principal contribución de la sociofisiología a la
psiquiatría fue sentar las bases para
su enfoque biológico. Se distinguen
estudios descendentes y ascendentes. En los primeros se pone el

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

559

Mendoza C.

relieve en las conductas observables
y en los últimos se parte del análisis
de las alteraciones moleculares o
celulares que las explican. De sus
conceptos se resaltan: la concepción
de las emociones como reguladores
sociales, pues se parte de su reforzamiento durante la evolución,
pues son señales que organizan y
modulan las interacciones sociales;
la conducta humana como un plan
básico elaborado, donde se observa
cómo conductas biológicas fundamentales se han perpetuado (p. ej.,
alimentación o procreación), y otras
como el pánico y la ansiedad, por
cuanto constituyen una variante
inapropiada del instinto de huidalucha, y el rechazo al incesto, pues
para favorecer la supervivencia los
lazos familiares parecen impedir las
relaciones sexuales (1).
Conceptos de sociedad, cultura
y socialización
Sociedad y cultura son conceptos estrechamente relacionados,
pues no existe la una sin la otra.
La primera se refiere al sistema de
interrelaciones que vincula a los
individuos como una unidad funcional. La cultura tiene más relación
con los aspectos aprendidos que con
lo heredado. También es un sistema
y se compone tanto de elementos
intangibles (las creencias, las ideas
y los valores) como tangibles: objetos, símbolos o tecnologías que
representan ese contenido (4).
Ahora bien, la sociedad y la cultura se encuentran en cada persona y

560

esta, a su vez, hace parte de la organización social; en consecuencia, existe
una reciprocidad en las perspectivas
psíquica y social, para acceder al
análisis del fenómeno total. Como se
mencionó previamente, además de
los dos sistemas ya mencionados,
existiría un tercero, la personalidad
o sistema psíquico, entendido como
el conjunto de elementos psíquicos:
experiencias, rasgos del carácter,
impulsos, actitudes, etc.
Estos tres sistemas estarán
implicados e imbricados en toda
acción social, de forma que la sociedad pondría el marco de referencia
normativo, la cultura los valores
que los sustentan, y la personalidad ofrecería la fuerza vital para el
funcionamiento de ambos sistemas:
la motivación para que cada actor
genere una acción. La complementariedad entre sociedad y personalidad es mediada por el proceso de
socialización (5).
La socialización se define como
el proceso por el que el ser humano
aprende e interioriza, a lo largo de su
vida, los elementos socioculturales
de su medio ambiente, los integra
y da estructura a su personalidad
bajo la influencia de agentes sociales
significativos, y finalmente se adapta
a su entorno (5). De este proceso se
resaltan varios aspectos.
La adquisición de la cultura,
es decir, de las formas de pensar y
sentir de los grupos.
·

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

La integración de la cultura a
la personalidad, y como consecuencia de este proceso se

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

·

desarrollará la identidad del
sujeto, en la que elementos de
la sociedad y de la cultura como
la normatividad harán parte de
su estructura psíquica.
La adaptación al entorno, como
consecuencia principal de la
socialización, y se refiere a que
cada sujeto adquiera un sentido de pertenencia y asuma
elementos comunes con el resto
de su colectividad.

Esta adaptación al entorno se
produce en tres planos: el biológicopsicomotor, que incluye el acople de
los gestos y la fisiología corporal a
un concreto ambiente sociocultural;
el afectivo, que se relaciona con asumir o reprimir determinados sentimientos, y el del pensamiento, que
proporciona los marcos conceptuales y estereotipos. El resultado normal de la socialización es que exista
conformidad con los productos de la
colectividad, lo que permitiría, por
un lado, adaptarse e integrarse y,
por el otro, perdurar y permanecer,
en una sociedad (5).
El proceso de socialización se
da en dos fases: la socialización
primaria, que ocurre en la infancia temprana, y es el período de
aprendizaje cultural más intenso,
en que se adquieren el lenguaje y
las pautas básicas de comportamiento. Durante esta la familia es
el principal agente de socialización.
Y la socialización secundaria, que
va desde la infancia tardía hasta
la adultez. En esta la escuela, los
pares, los medios de comunicación

y el trabajo se convierten en agentes de socialización adicionales (4).
Cuando estos agentes (p. ej., familia
y escuela) tienen el objetivo explícito
de socializar, logran un impacto global en el sujeto, a diferencia de los
que no (p. ej., sindicatos o empleo),
cuya influencia es segmentaria (5).
Por su parte, los mecanismos
que conducirían a una motivación
social comprenden: el aprendizaje,
que se realiza por influencia de
la herencia (p. ej., instintos) y del
entorno a través de la repetición,
la imitación, la implementación de
recompensas y castigos y los ensayos y errores; así como la interiorización del otro, concepto desarrollado
desde 1902 por Charles H. Cooley,
que hace referencia a la construcción del sí mismo (self) --y que se
relaciona con reconocerse como
una entidad, con la autoconciencia
y la autoimagen--, del sí social y de
una conciencia moral a partir de la
relación empática y la comunicación
con el otro (5).
Sin embargo, el concepto del sí
social fue más profundamente estudiado por George Herbert Mead. Su
propuesta se denominó conductismo
social, y sostiene que el self emerge
de la experiencia social, pero no lo
ligado a la maduración biológica
(esto lo confirmarían los casos de
aislamiento infantil). Los niños adquieren el lenguaje y otros símbolos
a través del juego, y especialmente
del juego de roles, por imitación. El
niño construye su sí mismo por la
discriminación que su propio rol le
da frente a los otros, y por la interio-

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

561

Mendoza C.

rización de los otros roles es capaz
de acceder a elementos socioculturales que lo preceden. Para Mead,
además, el pensamiento también
es un fenómeno social, porque es
posibilitado por el lenguaje (5).
En este punto, Jean Piaget
(1896-1980) se encuentra con Mead,
pues se dedicó al estudio del pensamiento y la inteligencia, es decir,
del desarrollo cognitivo, pero con la
inclusión de lo social y lo psíquico.
Piaget describe la infancia temprana
como un período caracterizado por el
egocentrismo, en lo referente a la dificultad para acceder al conocimiento real y a la conciencia moral, pues
el infante parte de una experiencia
inicial autoestimulatoria y subjetiva
para luego discriminar al otro, acceder a la lógica y a la normatividad
social. Antes de los siete años de
edad sus relaciones fundamentales
serán con adultos y se basarán en la
coacción de estos, luego se vinculará
con sus pares a través de la cooperación, la discusión y el juego (5).
Desde la teoría psicoanalítica
vincular, elementos como el apego y
la intersubjetividad han sido temas
centrales de conceptualización y
descripción clínica, especialmente
en el desarrollo evolutivo infantil.
Para Daniel Stern, la experiencia
intersubjetiva que se posibilita en
el vínculo del infante con la madre
representa una necesidad dominante para acceder a un grupo social,
tiene un predominio de elementos
preverbales y abarca tres ámbitos:
el compartir la intencionalidad, la
atención y los afectos.

562

Stern acepta la visión de Winnicott, acerca del lenguaje como fenómeno transicional, pues cumple una
doble función, de independencia y
unión con el otro. A su vez, para
Winnicott, la transicionalidad será
un espacio común, de encuentro
con el no yo (otro), para acceder
gradualmente a la diferenciación,
"la zona intermedia que hay entre
lo subjetivo, y lo que es percibido,
objetivamente" (6).
Estos aspectos teóricos permiten entender la influencia del
entorno social en la evolución de
la estructura psíquica desde la
infancia, a partir de un espacio
de intersubjetividad, que facilita la
interiorización de elementos organizadores del afuera, el paso gradual
a la individuación y la maduración
del psiquismo. Se observa una similitud de los aportes de las representaciones e imaginarios sociales
con el proceso de subjetividad, que
plantean el desarrollo de las representaciones psíquicas individuales
(simbolizaciones), gracias a un
flujo bidireccional con el entorno,
del que el sujeto interioriza los significados, merced a un espacio de
interacción y comunicación con su
colectividad.
Sigmund Freud (1856-1936)
también contribuyó a entender el
proceso de la socialización. De su
aporte psicoanalítico resaltan en
este sentido cuatro aspectos (5):
·

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

Las relaciones del niño con sus
padres, que llegan a su mayor
intensidad durante el complejo

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

·

·

·

edípico, en que el infante rivaliza con el progenitor del mismo
sexo por el amor del progenitor
del sexo opuesto, lo cual sucede por la interiorización del
rol del primero, hasta desear
simbólicamente "aniquilarlo" y
"reemplazarlo". El proceso termina con la identificación con
éste.
La ambivalencia de los sentimientos, generada por las tensiones con el progenitor del mismo sexo y por las frustraciones
a los que los padres someten a
sus hijos.
La transferencia, dada por la
capacidad inconsciente de
trasladar sentimientos primitivamente ligados a un objeto hacia otro u otros, lo que tendría
implicaciones en las relaciones
sociales fundamentales de cada
quien (p. ej., pareja, amigos o
familiares).
El desarrollo del superyó, como
control social y moral interiorizado.
Estructura social: grupos e
instituciones

El concepto de estructura se
refiere al conjunto de elementos
que por su unión aseguran la permanencia y el funcionamiento de
un complejo. El primero en utilizar
el término en sociología fue Herbert
Spencer. Por su parte, Radclife
Brown lo introdujo a la antropología
social y lo identificó con las relaciones sociales. Claude Lévi-Strauss

crítica este concepto y señala que la
"estructura social" es un fenómeno
latente e inconsciente, y no corresponde al nivel de los hechos como sí
lo hacen las relaciones sociales.
Su método de investigación
sería la teoría estructuralista y
tendría elementos similares al psicoanálisis. Talcott Parsons señaló
lo estructural como el componente
estático, determinado por sus elementos, y lo funcional como la parte
dinámica, influida por las relaciones
entre estos. Desde tal perspectiva
ofreció otras definiciones importantes: el estatus, como la posición
ocupada por el individuo dentro de
un grupo; el rol, o el papel o función
asignada y derivada del estatus, y la
institución, como conjunto de roles
(pautas normadas) con una misión
determinada.
El estatus/rol como concepto
representa un vínculo entre la sociedad y la cultura, entre los grupos
y las instituciones, y sería determinante para la estructuración de la
identidad, del autoconcepto y la autoimagen, y de capital importancia
para la psiquiatría social (2).
En el 2004, Mantzavinos, North
y Shariq hicieron hincapié en los
procesos que conducen a la emergencia de las instituciones, formales
e informales, a través de mecanismos diferentes. Las primeras son el
resultado de los modelos mentales
que especifican las normas políticas aceptadas por una comunidad
determinada, y las últimas son producto de la interacción espontánea
entre sujetos que actúan según

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

563

Mendoza C.

sus propios códigos de conducta y
principios morales.
Por lo tanto, los modelos mentales colectivos constituyen las bases
cognitivas de las instituciones, las
cuales son creadas y legitimizadas
para solucionar los problemas sociales, para lo que se hace necesario
una representación mental común,
tanto para las dificultades como
para las posibles soluciones. Estos
autores resumen esta postura con
el siguiente esquema, que además
propone su propia retroalimentación (7):
Realidad Creencias Instituciones
Políticas específicas Resultados

Por otra parte, el filósofo y
psicoanalista de origen griego Cornelius Castoriadis (1922-1997)
destaca como característica de la
mente su continua actividad representacional, de tal forma que una
información se integra al repertorio
de representaciones por medio de
la percepción y la simbolización.
La construcción de las representaciones mentales siempre requiere
la simbolización, que consiste en la
creación de relaciones semánticas
entre elementos que previamente
estaban desconectados, así estos
nuevos elementos adquirirán otros
significados.
Los valores como productos
de la actividad subjetiva son fundamentales para ligar significados
emocionales a los objetos representados. Tales atributos, por lo
tanto, pueden ser interpretados

564

en términos de una investidura
afectiva-emocional efectuada por
los sujetos sobre los objetos, en su
mente. A este respecto Castoriadis
destaca: (1) los procesos psíquicos
humanos no sólo cumplen una
función de supervivencia como en
los animales. Estos parecen parcialmente "desconectados" de las
necesidades básicas de autopreservación, y (2) en consecuencia,
la capacidad "imaginativa" sería
parcialmente independiente de los
referentes reales o funciones, es
decir, sería autónoma (7).
Para este autor una institución
es "lo que socialmente es sancionado, como la red simbólica en la
que los componentes funcionales e
imaginarios se mezclan en proporciones y relaciones variables" (7). Así,
las instituciones sociales crean sus
propias significaciones, y tomarán
como tal dos niveles de significación,
uno en el "imaginario", desarrollando
y consolidando la construcción de
imágenes compartidas (p. ej., derivadas de la realidad), y otro en el
real, al que emergen para construir
externamente los significados de los
contenidos mentales, constituyéndose en formas externas de los "significados imaginarios sociales" (7).
Concepto de desviación
Según Anthony Giddens, la desviación puede definirse como la falta
de conformidad (uniformidad) con
una serie de normas en términos
sociológicos, que son aceptadas por
un número significativo de perso-

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

nas en una comunidad o sociedad,
aunque en alguna medida, de forma
circunstancial, la mayoría transgreda estas normas. Plantea que
existen algunas conductas desviadas que pueden ser más o menos
aceptadas (4).
John Macionis la describe como
una reconocida violación de las normas culturales que guían las actividades humanas, y así cobija un amplio
rango, desde la permisividad hasta
la restricción (8). Para Rocher (5), la
desviación no puede tomarse como
equivalente de no conformidad, pues
el grado de ruptura con determinados
valores no es idéntico, y generalmente
esta se produce en una colectividad
en cuyo interior puede generarse un
nuevo conformismo.
Desde lo psicológico esto quiere
decir que la adaptación puede generar diferentes grados de conformidad o disconformidad. La adaptación social tampoco es sinónimo
de conformidad, pues ofrece un
margen de libertad y de autonomía que puede variar en diferentes
culturas (5). Además, se describen
formas negativas (cuando lesionan
el grupo social) y positivas (p. ej.,
innovación, creatividad, genialidad
o liderazgo) dentro del espectro de
la conducta desviada (2).
El delito es un tipo de conducta
desviada que vulnera la ley. En el
estudio de la desviación participan
dos disciplinas: la criminología y
la sociología de la desviación. La
primera se ocupa de las técnicas
para medir la delincuencia, las

tendencias de los índices de criminalidad y las políticas destinadas
a controlarla. La última pretende
comprender la causa de la desviación y sus variaciones en una
misma sociedad.
Para el estudio de la desviación
existen explicaciones biológicas,
psicológicas y sociológicas, y dentro
de estás últimas se encuentran las
teorías funcionalistas, las interaccionistas, las del conflicto y las del
control (4).
Explicaciones biológicas
Estas explicaciones consideran que existen aspectos innatos
que podrían influir en la conducta
desviada. El criminalista italiano
Cesare Lombroso, que trabajó en
la década de 1870, creía que se podían identificar tipos criminales de
acuerdo con ciertos rasgos físicos,
como la forma del cráneo, el tamaño
de las mandíbulas y la longitud de
los brazos, basándose en que eran
"degenerados y anormales" de nacimiento, aunque no descartó el papel
(menor) del aprendizaje.
Esta teoría fue completamente desacreditada. Posteriormente
apareció el modelo de los biotipos:
mesomorfos (musculosos), que
eran más agresivos, por lo que, en
comparación con los ectomorfos
(delgados) o con los endomorfos
(obesos), eran más proclives a la
delincuencia (4).
En la actualidad se han destacado aspectos neurobiológicos

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

565

Mendoza C.

explicativos de la violencia y la
agresión, como la hipofunción de
la corteza prefrontal y la hiperactivación de estructuras subcorticales
como la amígdala --lo que genera
una respuesta desmedida ante emociones como la ira y ante el déficit
cognitivo--, y uso de sustancias psicoactivas que afecten la percepción
sensorial (9).
Explicaciones psicológicas
Similar a las teorías biológicas,
las psicológicas buscan explicaciones dentro del sujeto, no en la sociedad. Estas se centran en los tipos
de personalidad, especialmente en
la psicopatía caracterizada por actitudes de manipulación y seducción,
tendencia sistemática a transgredir
las normas o las leyes o conductas
de heteroagresión, sin sensación de
culpa o responsabilidad por esto.
La mayoría de los estudios de
este tipo se llevaron a cabo en hospitales de larga estadía y centros penitenciarios. En sus inicios hicieron
hincapié en los rasgos característicos de los criminales, como la "debilidad mental" y la "degeneración
moral". Hans Eysenck (1964) indicó
que los estados mentales anormales
se heredan y que predisponen al sujeto a la delincuencia o a problemas
en su socialización (4). Un estudio
comparativo reciente (10) en sujetos
psicopáticos encontró una menor
activación cortical frontal (especialmente en la zona medial) frente a
imágenes violentas, lo que hablaría

566

de una baja reactividad afectiva hacia el sufrimiento de los otros.
Explicaciones sociológicas
Estas explicaciones sociológicas hacen hincapié en los aspectos
sociales y culturales que se asocian con la conducta desviada. Las
teorías funcionalistas presentan la
desviación y la delincuencia como
el resultado de las tensiones estructurales y de una falta de regulación
moral dentro de la sociedad. Sus
representantes son Durkheim y
Robert K. Merton.
Por un lado, para el primero el
delito y la desviación son hechos
sociales, inevitables y necesarios
para las sociedades actuales. Lo
primero, en vista de que la modernidad da un margen amplio
de elección y de inconformidad y
que es difícil el consenso completo
sobre las normas, y lo segundo, en
razón a que la desviación tiene una
función reguladora, es decir, genera innovación y también favorece
el mantenimiento de los límites
entre comportamientos aceptados
y no aceptados, lo cual fomenta la
solidaridad y clarifica las normas
sociales.
Por el otro, Robert K. Merton,
quien basándose en el concepto de
anomia de Durkheim, elaboró una
teoría de la desviación muy influyente, al identificar cinco posibles
reacciones a la tensión existente entre los valores socialmente aceptados y los medios para conseguirlos,

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

es decir, entre las normas aceptadas
y la realidad:
1. Los conformistas, quienes aceptan tanto los valores como los
medios convencionales. La
mayoría de la población estaría
aquí.
2. Los innovadores, quienes aceptan las metas culturales (p.
ej., la búsqueda de éxito), pero
rechazan los valores y medios
convencionales. Un ejemplo de
estos serían los delincuentes
que se hacen ricos.
3. Los ritualistas, quienes aceptan las normas pero de alguna
forma han perdido los valores
que las sustentan, es decir, las
siguen mecánicamente, por
ejemplo, quien realiza un trabajo que carece de satisfacciones,
pero busca "ser respetado".
4. Los aislados, que han abandonado el enfoque competitivo por
completo, y con ello han rechazado los valores y las formas de
mantenerlos. En general, son
los marginados de la sociedad.
5. Los rebeldes, a lo que también
los rechazan, pero hacen lo
posible por sustituirlos.
Finalmente, para Merton la
desviación es el resultado de las
desigualdades económicas y la
inequidad en las oportunidades.
Investigadores posteriores como
Albert Cohen se refieren también
a estas tensiones, pero en el plano
colectivo. Cohen menciona que las
subculturas en que existen estas

desigualdades tienden a generar
bandas y delincuencia.
Por otra parte, las teorías interaccionistas creen que la desviación
se construye socialmente, a través
de las interacciones. Entre estas se
encuentran: la del aprendizaje y la
teoría del etiquetaje. Para la primera, Edwin H. Sutherland (1949) fue
el primero quien planteó el concepto
de las asociaciones diferenciales,
es decir, si un sujeto se vincula
con una subcultura que favorece
el delito será más propenso a ser
delincuente. Entre tanto, la teoría
del etiquetaje, proveniente de la Escuela de Chicago, se relaciona con el
significado asignado a la conducta
en una sociedad. De esta surgen dos
conceptos, la desviación primaria,
que sería una transgresión menor
sin consecuencias sociales, y la
desviación secundaria, en que la
etiqueta de "desviado" sería asumida por el sujeto y haría parte de su
identidad personal.
Las teorías del conflicto explican
la desviación como un acto deliberado que responde a las desigualdades
del sistema capitalista, por lo que se
ve moderada por las dinámicas de
poder. Y las teorías del control definen el delito como consecuencia de
un desequilibrio entre los impulsos
que llevan a la actividad criminal y
los controles sociales o físicos que
lo impiden. Uno de los teóricos más
conocidos de esta última corriente
es Travis Hirschi, quien señala que
las personas se unen a la sociedad y
al respeto por la ley por cuatro tipos

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

567

Mendoza C.

de vínculo: el apego, el compromiso,
la implicación y la creencia. Estos
elementos, cuando son fuertes, ayudan a mantener el control social y la
conformidad, y hacen que la gente
no vulnere las reglas.
Determinantes socioculturales
e impacto de la enfermedad
mental
Con respecto a la enfermedad
mental, en la actualidad se habla
de un modelo integrativo más no
único para explicarla, fundamentado en la visión de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), acerca
de la salud mental que no es sólo
"la ausencia de una afección", sino
"un estado de completo bienestar
físico, mental y social" (11), por lo
que es fundamental el reconocimiento de aspectos sociológicos.
No obstante, esta definición tiene
dos caras: (a) mantenerse sano
mentalmente requerirá el concurso
de estos factores, y (b) los cambios
socioculturales, tema en cuestión,
afectarán la presentación y el curso
de las enfermedades mentales.
Por otro lado, la repercusión de
las patologías mentales en la comunidad debe comprender aspectos
como el costo de la asistencia en salud, la pérdida de la productividad
y la carga de la morbilidad. Esta se
ha medido a través de la incidencia,
la prevalencia y la mortalidad; sin
embargo, estos índices parecen más
acertados para las enfermedades
agudas, que conducen a la recu-

568

peración completa o a la muerte.
En cambio, para enfermedades
crónicas como las enfermedades
mentales, esto presenta limitaciones, pues a menudo generan más
discapacidad que la muerte prematura del paciente.
En consecuencia, una forma
de cuantificar la cronicidad y la
discapacidad derivada es el método
de la carga mundial de morbilidad
--resultante del cálculo de los años
de vida ajustados por discapacidad
(AVISA) y los años vividos con discapacidad (AVAD)--, medida para
el 2000 por la OMS. La estimación
de los AVISA incluye la pérdida de
salud, que combina la información
relativa al impacto de la muerte
prematura, y la discapacidad.
En las mediciones originales
desarrolladas en 1990, los trastornos neuropsiquiátricos en el mundo
eran responsables del 10,5% del total de los AVISA por todas las causas
de enfermedad. Esta cifra demostró,
por primera vez, la importancia de
la carga debida a estos trastornos.
La estimación para el 2000 fue del
12,3% para los AVISA. Entre las 20
causas principales de estos, para
todas las edades y ambos sexos,
figuran tres trastornos neuropsiquiátricos (trastornos depresivos
unipolares, lesiones autoinfligidas
y trastornos por consumo de alcohol), que se convierten en seis si se
considera el grupo de edad de 15-44
años (se suman esquizofrenia, trastorno afectivo bipolar y trastorno de
pánico) (11). Para el 2002, aunque

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

las condiciones neuropsiquiátricas
del mundo explicaron sólo un 1%
de la mortalidad, respondieron
por el 13% de la carga global y un
28% de los AVAD (12), por ser los
trastornos depresivos unipolares la
primera causa mundial de AVAD
para ambos sexos y para todos los
grupos de edad (11).
La tasa de discapacidad por
trastornos mentales y neurológicos
es elevada en todas las regiones del
mundo; sin embargo, es comparativamente menor en los países en desarrollo, debido sobre todo a la gran
carga de enfermedades infecciosas,
perinatales y nutricionales en estas
regiones. Así, los trastornos neuropsiquiátricos son responsables
del 17,6% del total de los AVISA en
África, en comparación con un valor
de 43% en Europa y América, y de
un 31% en el mundo (11).
Diferencias grupales de los
trastornos psiquiátricos
Muchos estudios sociológicos
han explorado las correlaciones
estructurales de las enfermedades
psiquiátricas con el estrato social, el
sexo, la raza, la edad y el urbanismo
(1), junto con implicaciones en la
psiquiatría y la salud pública.
Sexo
En general, se observa una
diferencia en las causas de defunción. Los hombres mueren más de
eventos cardiacos, accidentes y de
forma violenta, lo que hablaría de

su elección por conductas de riesgo; mientras que las mujeres viven
más, pero sus patologías tienden
más a la cronicidad, comorbilidad
e incapacidad, y sufren más la
pobreza (4). En la mayoría de los
estudios mundiales se observa desde la adolescencia una relación de
1,5:1 a 2:1 de mayor presentación
de depresión y ansiedad en el sexo
femenino (11).
Según Lesley Doyal, estas diferencias son el resultado del efecto
acumulativo de los múltiples roles
que realiza la mujer (p. ej., gestación, maternidad, trabajo doméstico, etc.) (4). Además de ser víctimas
frecuentes de la violencia doméstica
y tener características biológicas
y hormonales particulares (p. ej.,
puerperio, período menstrual y
menopausia).
En los hombres, en general, se
observa mayor prevalencia de trastornos por abuso de sustancias psicoactivas y personalidad psicopática, aunque en algunas regiones se
ha encontrado un aumento reciente
en el consumo de las primeras, en
las mujeres (11). También en los
hombres se observa un inicio más
temprano de la esquizofrenia y una
peor evolución, sin que varíe la prevalencia según el sexo (13).
Edad
Con respecto a la depresión, el
sexo y la edad, no se observan diferencias durante la infancia, pero
alcanzan su punto más alto en la

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

569

Mendoza C.

adultez y nuevamente se acercan
en la vejez (13). La depresión es un
factor importante de discapacidad
para los ancianos y generalmente
es subdiagnosticada, pues frecuentemente es enmascarada por los
síntomas físicos (13).

Pobreza

Raza
Los conocimientos de la enfermedad mental y la raza son parciales, pues aun cuando se han hecho
varios estudios, no son concluyentes.
Se observan factores socioculturales
desventajosos en los afrocaribeños y
asiáticos, que pueden afectar su salud en general, como hacinamiento,
altas tasas de desempleo, empleos
riesgosos y mal pagos, racismo y
discriminación, que empeoran si
además son inmigrantes. El apoyo
y la cohesión social en el interior de
estos grupos podría ser un factor de
protección o de adaptación en caso
de padecer alguna enfermedad (4).
Urbanismo
Las características de la urbanización moderna pueden tener
efectos nocivos en la salud mental, por la influencia de factores
estresantes, más frecuentes, y de
acontecimientos vitales adversos,
como los entornos superpoblados
y contaminados, la pobreza y la
dependencia de una economía monetaria, los altos niveles de violencia
y el escaso apoyo social (13).
Por otro lado, estudios comparativos de la esfera cognitiva en

570

niños de zonas rurales y urbanas
han reportado una media inferior
para los primeros, pues estas familias tendrían menos recursos para
fomentar el desarrollo mental de
sus hijos (5).

Los resultados de estudios
transnacionales (p. ej., Brasil, Chile,
India, Zimbabue) han reportado un
aumento de dos veces (aproximadamente) en el riesgo de que los
pobres padezcan depresión más
que los ricos (11). Se ha observado
la correlación entre pérdida del
trabajo y recesión económica, con
suicidio y hospitalización por trastornos psiquiátricos (8). En relación
con la frecuencia de esquizofrenia,
no ha podido confirmarse que sea
mayor en condiciones económicas
desfavorables (13).
La evolución de las enfermedades mentales podría estar afectada
por la pobreza (11), basándose en
la ley de la asistencia inversa, es
decir, donde hay más necesidad
existen menos recursos en salud o
más barreras para acceder a esta
(4); sin embargo, estudios sobre el
seguimiento a largo plazo en pacientes esquizofrénicos arrojaron
resultados llamativos, pues mostraron un mejor resultado en los
países en vía de desarrollo que en
los desarrollados, pero aún no está
clara la causa de esta diferencia
(13). Una explicación puede ser la
menor exigencia social y las ma-

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

yores redes de apoyo familiar en
entornos subdesarrollados.
Actitudes de la sociedad ante la
enfermedad mental
Una de las preocupaciones
de los sociólogos ha sido evaluar
la experiencia de la enfermedad:
cómo experimentan e interpretan
el enfermo y aquellos con los que
entra en contacto el hecho de encontrarse mal, de ser un enfermo
crónico o minusválido (4). Esto
tendría especial interés en los enfermos mentales. El rol del enfermo
fue propuesto por Talcott Parsons
con el fin de describir las pautas
de comportamiento que adopta la
persona enferma para minimizar
el impacto de su dolencia. Según
Parsons, las personas aprenden
este rol mediante la socialización y
se asienta en tres pilares:
1. El enfermo no es personalmente responsable de estarlo. Se
considera que las causas de
la enfermedad escapan de su
control. Para el caso de algunos
trastornos mentales que implican la elección de conductas de
riesgo, esto sería cuestionable
(p. ej., abuso de sustancias
psicoactivas y alcohol).
2. El enfermo tiene ciertos derechos
y privilegios, entre ellos apartarse de las responsabilidades
normales. Esto es especialmente
importante para los trastornos
ficticios y por simulación.

3. El enfermo debe trabajar para
reconquistar la salud, consultando a un experto médico y
aceptando convertirse en un
paciente. También para muchas enfermedades psiquiátricas esta situación puede ser
la excepción, pues muchos
pacientes se oponen o evaden
(si se les deriva) la atención
psiquiátrica por temor a ser
estigmatizados o por pobre
conciencia de su condición.
Cuando un individuo padece de
alguna entidad en la que es estigmatizado, pareciera que detrás estuviera la idea de que es responsable de
haberla adquirido, es decir, que su
condición es ilegítima. Un estigma
es "cualquier característica que deja
a un individuo o grupo al margen
de la mayoría de la población", haciendo que se despierten sospechas
u hostilidad; sin embargo, los estigmas no suelen basarse en interpretaciones válidas, surgen de estereotipos y percepciones que pueden ser
falsos o sólo parcialmente correctos
(4). El gran problema del estigma,
además de la marginación social,
es que sea interiorizado y asumido
como tal, por el sujeto mismo, con lo
que puede aumentar su morbilidad
y sensación de exclusión.
En relación con la enfermedad
mental, hoy existen varios estigmas
frecuentes: (a) el sufrir una depresión es responsabilidad del sujeto
que no es suficiente "consciente"
de las cosas buenas que posee; (b)

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

571

Mendoza C.

el esquizofrénico generalmente es
agresivo o incapaz y hay que aislarlo; (c) un niño hiperactivo es un
"niño problema" o requiere "educación especial", o (d) quien asiste al
psiquiatra padece algo más grave
que quien va al psicólogo.
Además de lo descrito, los estigmas y todo tipo de percepciones
negativas en cuanto a los servicios
en salud mental generan barreras
frente a una atención adecuada,
pues aumentan la brecha entre la
presencia de patología y su tratamiento (12).
Conclusiones
El desarrollo de la psiquiatría
moderna, así como la sociología,
ha mostrado una heterogeneidad
de perspectivas teóricas. Para una,
en relación con el concepto de anormalidad psíquica --que utilizando el
lenguaje sociológico sería un subtipo de conducta desviada-- y frente
a su tratamiento, y para la otra, en
la comprensión de la conducta social, lo que en lugar de cuestionar la
validez de estos constructos, debería
retarnos a los psiquiatras y sociólogos a funcionar de una manera más
sinérgica, e interactuar con otras
ciencias humanistas. A lo largo de
esta reseña han podido observarse
varios puntos de encuentro entre
ambas ciencias, como el común
interés por entender la conducta
humana.
Sin embargo, quizás lo más
importante que puede aportarnos
el conocimiento sociológico ac-

572

tual será el de entender que con
los vertiginosos cambios del siglo
XXI, dados por la globalización, los
efectos psicosociales de la desintegración latinoamericana (p. ej., "el
malestar social" y la exclusión) (14)
y un funcionamiento social como
la sociedad-red, caracterizada por
la revolución tecnológica (15), entre
otros, hoy la mirada psiquiátrica no
puede reducirse al estudio de los
pacientes como simples individuos,
pues debe incluir el entendimiento de la influencia contextual en
sus patologías y la importancia de
acercarse a las comunidades con
modelos terapéuticos novedosos
que aseguren una mayor estabilidad
sintomática y reinserción social de
los enfermos mentales, al igual que
una menor estigmatización y deterioro funcional de estos.
Es innegable la complementariedad entre la sociología y la salud
mental, es necesario y muy ventajoso fortalecer su interconexión y
reciprocidad.
Referencias
1.

2.
3.
4.
5.

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

Konner M. Capitulo 4: Contribuciones
de las ciencias socioculturales. En:
Kaplan H, Sadock B (editores). Tratado
de Psiquiatría. Buenos Aires: Intermédica; 1995.
Morales J, Abad LV. Introducción a la
Sociología. Madrid: Tecnos; 1998.
Bloom SW. The relevance of medical
sociology to psychiatry. J Nerv Ment Dis.
2005;193(2):77-84.
Giddens A. Sociología. 4ª edición.
Madrid: Alianza; 2001. 598 p.
Rocher G. Capítulo V: Socialización,
conformidad y desviación. En: Rocher
G. Introducción a la Sociología General. Barcelona: Herder; 1973. 710 p.

Sociología y salud mental: una reseña de su asociación

6.

Auping J. Una revisión de la teoría
psicoanalítica a la luz de la ciencia
moderna. México D.F: Plaza y Valdés;
2000. 439 p.
7. Patalano R. Imagination and society.
The affective side of institutions. Constit Polit Econ. 2007;18(4):223-41.
8. Macionis JJ. Sociology. 5 edición. New
Jersey: Prentice Hall; 1995. 708 p.
9. Siever LJ. Neurobiology of aggression and violence. Am J Psychiatry.
2008;165(4):429-42.
10. Harenski CL, Hee Kim S, Hamann S.
Neuroticism and psycopathy predict
brain activation during moral and nonmoral emotion regulation. Cogn Affect
Behav Neurosci. 2009;9(1):1-15.
11. Organización Mundial de la Salud.
Informe sobre la salud en el mundo
2001. Salud mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas. 2001.

12. Vicente B, Kohn R, Saldivia S, Rioseco P. Carga del enfermar psíquico,
barreras y brechas en la atención de
salud mental en Chile. Rev Méd Chile.
2007;135(12):1591-9.
13. Desjarlais R, Eisenberg I, Good B,
Kleinman A. World mental health:
problems and priorities in low-income
countries. New York: Oxford University
Bross; 1995. 400 p.
14. Hopenhayn M. Integración y desintegración social en América Latina:
Una lectura funisecular. En: Raquel
Castronovo (Coord). Integración o
desintegración social en el mundo
del Siglo XXI. Buenos Aires: Espacio.
1998. 288 p.
15. Castells M. La era de la información.
Economía, cultura y sociedad. Madrid:
Alianza; 1997. 590 p.

Conflicto de intereses: la autora manifiesta que no
tiene ningún conflicto de interés en este artículo.
Recibido para evaluación: 20 de abril del 2009
Aprobado para publicación: 12 de julio del 2009
Correspondencia
Constanza Mendoza
18 de Septiembre No. 661, Apartamento 113
Edificio Rucamanqui
Chillán, Chile
conniemendozab@hotmail.com

Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 38 / No. 3 / 2009

573


IMPORTANTE: Algunos textos de esta ficha pueden haber sido generados partir de PDf original, puede sufrir variaciones de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.

Comentarios de los usuarios



No hay ningun comentario, se el primero en comentar