Congreso SEPAR: La contaminación lumínica en el entorno urbano afecta a la salud y provoca trastornos del sueño

Artículo revisado por nuestra redacción
Durante el 58º Congreso de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), celebrado en Bilbao del 12 al 14 de junio de 2025, se llevó a cabo una sesión conjunta entre los departamentos de Medio Ambiente, Salud Ocupacional y Sueño y Ventilación, con el foco en los efectos de la contaminación lumínica sobre la salud del sueño, una problemática creciente, estructural y de gran urgencia.
La mesa reunió a dos expertos con enfoques distintos pero complementarios: el neumólogo Txomin Zabala, que analizó las implicaciones fisiológicas y médicas de la exposición excesiva a la luz artificial, y Coque Alcázar Sánchez-Vizcaíno, ingeniero y presidente del proyecto SlowLight, quien abordó el tema desde una perspectiva social y ecológica.
Una luz que daña
Zabala explicó cómo la luz artificial nocturna, proveniente de pantallas electrónicas y luces urbanas, interfiere con el ritmo circadiano, el sistema biológico que regula funciones como el sueño, la digestión, la inmunidad y la actividad hormonal. Este reloj interno está controlado por el núcleo supraquiasmático, una región del hipotálamo que responde a los cambios de luz mediante la secreción de melatonina por la glándula pineal.
La luz inhibe esta hormona, esencial para conciliar el sueño. En nuestras sociedades, la oscuridad natural ha sido desplazada por una constante exposición lumínica. Esto provoca trastornos del sueño, disminuye los niveles de melatonina y afecta la calidad del descanso. Además, la melatonina cumple funciones antioxidantes, hormonales y celulares, por lo que su inhibición tiene un impacto sistémico.
El peligro de la luz azul
Zabala citó estudios que asocian el dormir menos de siete horas con un aumento de la mortalidad. La luz azul de los dispositivos electrónicos reduce el sueño profundo, especialmente en niños y adolescentes, provocando somnolencia diurna y deterioro en el rendimiento.
Pero el problema va más allá de lo personal: la contaminación lumínica ambiental nocturna (LAN), causada por farolas, escaparates y rótulos, se asocia con enfermedades como insomnio, cáncer, obesidad y trastornos neurodegenerativos.
Un estudio en Corea del Sur relacionó mayores niveles de luz ambiental con el consumo de fármacos para dormir, mientras que otro en Israel encontró un vínculo entre la exposición a luz nocturna y el cáncer de mama, reforzando la hipótesis de un mecanismo hormonal vinculado a la melatonina.
Asimismo, la interrupción del ritmo circadiano favorece la acumulación de beta-amiloide, proteína asociada al Alzheimer, cuya incidencia aumenta en zonas con mayor contaminación lumínica.
Recuperar la noche
El ingeniero Coque Alcázar, desde su rol en SlowLight, ofreció una mirada crítica a la forma en que iluminamos nuestras ciudades. Preguntó: “¿Hace cuánto que no experimentamos la oscuridad real?”. Y destacó que el impacto afecta tanto a humanos como a otras especies, al alterar sus ciclos biológicos. Alcázar denunció que seguimos iluminando por inercia, miedo o razones comerciales, sin un diseño consciente.
Criticó la iluminación excesiva y poco eficiente: "de cada millón de fotones emitidos, solo uno llega al ojo humano", apuntó. También desmontó la creencia de que “más luz significa más seguridad”, explicando que la presencia social es lo que realmente previene la violencia.
El movimiento SlowLight propone una iluminación emocional, que respete los ritmos naturales. Plantea acciones concretas como reducir un 30 a 40% la luz urbana nocturna, ajustar la iluminación doméstica y limitar el uso de pantallas antes de dormir. “La oscuridad también es salud”, concluyó.
Un desafío de salud pública
Ambos expertos coincidieron en que la contaminación lumínica es un fenómeno reciente pero profundamente arraigado. Revertirlo no es fácil, pero sí posible. Alcázar cerró con una poderosa reflexión: “Nuestro planeta lleva más de 5.000 millones de años alternando día y noche.
Ese ciclo ha moldeado la vida. Proteger la oscuridad es proteger la salud”. La intersección entre medicina del sueño y salud ambiental es cada vez más urgente. Dormir bien debe entenderse como un derecho colectivo, que se construye desde la planificación urbana y la educación cultural. En definitiva, “debemos reaprender a vivir con la noche, no en su contra”.
Palabras clave: sueño, salud mental, contaminación lumínica, salud